viernes, 2 de octubre de 2015

Valencia no se vende

Carolina Punset sobre la necesaria resistencia ante los nacionalistas que intentan dinamitar nuestro sistema de convivencia desde las instituciones.

Artículo de Libertad Digital:
El 27-S Ciudadanos (C's) consiguió un extraordinario resultado, impensable hace unos años, y ha servido de muro de contención a la irracionalidad. Si no fuera porque existimos, hoy estaríamos hablando de mayoría absoluta del independentismo, pero no me siento feliz; no puedo estar contenta cuando casi el 50 por ciento de la población ha votado por la independencia. Son demasiados los que están dispuestos a tirarlo todo, a tirarnos a todos por la borda.
Hemos perdido toda autoestima porque los que se supone que debían querernos y protegernos nos han maltratado. Mejor dicho, han dejado que nos maltraten. Los que tenían que defender nuestro proyecto de convivencia y nuestra lengua común, los dos grandes partidos de ámbito nacional, PP y PSOE, han pactado con los mismos partidos nacionalistas que nos despreciaban.
El partido socialista no solo se sumó al aquelarre sectario de imponer lenguas, sino que puso en marcha el simpático sistema de multas lingüísticas por rotular en español. El PP, por su parte, fue cómplice hasta última hora del Gobierno de Mas a cambio de que les apuntalara en el poder. Ambos torcieron la cabeza, que nunca el gesto, cuando las leyes de política lingüística del capo Pujol comenzaron en los ochenta una purga de maestros hispanoparlantes. Se obligó a todos los profesores con plaza a reciclarse para poder seguir ejerciendo. La consecuencia fue el éxodo de 14.000 docentes y la consiguiente toma al asalto del sistema educativo por parte de hábiles nacionalistas. "Adoctrinad, aleccionad a los niños que en diez, quince o veinte años el país será nuestro". Lo mismo que dijo nuestro conseller de Educación, Vicent Marzà, en su última entrevista como hombre libre, antes de ser designado. "En diez o quince años, el país [esta vez, el País Valencià] será parte de los Països Catalans".
Estoy en Ciudadanos no porque crea que podamos ganarles la partida, sino por dignidad. Me niego al colaboracionismo con los que quieren dinamitar nuestro sistema de convivencia desde las instituciones. Dicen que la culpa del independentismo la tiene un Estatut que a nadie le importaba y que muy poca gente votó. De risa. Si no acertamos con el diagnóstico, ¿cómo vamos a acertar con la solución?
El secesionismo es esencialmente un problema de nacionalismo lingüístico, que, con la excusa de proteger las lenguas, se dedica a instrumentalizarlas para generar odio. Buena prueba de ello es que en la Cataluña francesa, con Perpignan a la cabeza, el nacionalismo es residual. Allá donde no hay lengua propia es más difícil crear sentimiento de pertenencia a una nación. En Cataluña nos hemos caído del guindo un poco tarde. Llevan treinta años haciéndole apartheid a todo lo que suene hispano. Son varias generaciones secuestradas por el catalanismo pujolista, una situación difícil de revertir.
En la Comunidad Valenciana ha llegado a las instituciones, es decir, al poder, el Bloc Nacionalista Valencià a través de Compromís. Como era de esperar, se han hecho con la conselleria de política lingüística y con la de Educación. Con sinceridad, da escalofríos solo pensarlo. Son tan pancatalanistas o más que los propios catalanistas. Están dispuestos a importar las mismas técnicas de adoctrinamiento que tan bien han funcionado en otras comunidades donde se regaló el sistema educativo de nuestros hijos a los nacionalistas. Ya lo dijo Gordó, el conseller de Justicia de la Generalitat catalana, cuando habló de forjar los países catalanes: "Hay que emplear la astucia". Y así acaba el editorial de La Veu del País Valencià:
El dret a decidir l'ha exercit hui el poble català. Els valencians tindrem un exemple de com exercir el dret a decidir sobre la nostra pròpia sobirania, si algun dia socialment fóra majoritària la voluntat de bastir l’Estat valencià. Enhorabona germans catalans!
Que ellos lo intenten resulta previsible. Que nosotros no lo denunciemos o permanezcamos impasibles no tendría perdón. Conocemos sus tácticas. Sabemos de su astucia y su paciencia. Reconocemos su delicadeza en las formas, su exquisito manejo del lenguaje y su capacidad de organización, pero ya no podemos alegar desconocimiento de su fanatismo.
Ciudadanos también aquí será dique de contención del nacionalismo. Y esta vez no toleraremos la complicidad de los dos grandes partidos de ámbito nacional. Si se venden por un cacho de pan, denunciaremos su vileza ante la ciudadanía. Si mercadean con los nacionalistas a cambio de poder, que no esperen clemencia. Valencia es España. Valencia no se vende.

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